Empieza de nuevo ese maldito período de tiempo; esa espera desesperante. No
puedo aguantarlo más. No me concentro en nada, ni siquiera cuando pienso en él.
Porque sí, me inspira, pero joder, me está volviendo loca. No sé qué pensar,
qué creer, qué hacer y mucho menos qué decir. Se me está haciendo cuesta arriba
esta situación.
Decidí quedarme en lo fácil, en lo más sencillo del mundo. En esperar
inmóvil desde mi alto asiento hecho de nubes densísimas. Mirando desde allí
arriba cada batir de sus alas y esperando que me regale una mirada. Da igual,
solo quiero que me mire, que me llame, que necesite que salte al vacío con él.
Que no nos importe una mierda lo que piense el mundo.
Sigo sin mover ficha en este juego que ya se me está haciendo demasiado
pesado. Los dados están en blanco para mí y no consigo avanzar; tampoco vuelvo
atrás… eso me consuela un poco.
Y me sigo empeñando en “ponerme guapa” cada vez que voy a tu encuentro.
Como si eso fuera fácil… De todas formas mi imagen me importa poco hasta que
apareces. Y eso tampoco lo entiendo. Me preparo a conciencia; que si un poco de
base, ahora me pongo tal y cual cosa. Como si eso fuera muy importante.
El caso es que si apenas me reconozco en esa maraña de dudas acerca de si
me quedaría mejor el pelo suelto o recogido, falda o pantalón, tacones o unas
bambas, en vez de preocuparme por otra clase de cosas como poder hablarte sin
necesidad de enrojecer hasta el punto de no saber dónde meterme; ¿cómo es
posible que pueda esperar que me vea tal y cómo soy?
Pero, supongo que todo eso lo hago para ocultar la inseguridad y el miedo.
El terror a caerme. A morir de nuevo. Pongo una capa de “indiferencia y
confianza” donde hay un pequeño ser asustado que ama con tal intensidad que
acaba quedándose sin fuerzas y apenas puede sostener el propio peso de su
cuerpo.
Por lo menos, aún puedo sostener el pincel en la mano…
No hay comentarios:
Publicar un comentario