domingo, 17 de febrero de 2013

Cuando soñar tiene un precio


Desde pequeños nos enseñan a soñar, hasta que llegamos a la "madurez" donde se nos está prohibido luchar por nuestros sueños. Poco queda ya de aquel chaval que quiso ser astronauta o de aquel otro que pensó que podría ser artista. Nada de buscar el amor; para eso no hay tiempo. Pero no lo hay para nada. Desde que éramos unos críos vivimos leyendo cuentos e imaginando mundos fantásticos que llegados a una edad debemos olvidar. Se nos exige centrarnos en "no perder el tiempo" y en "ser útiles". Si de verdad todo lo que soñamos, todo lo que queremos de la vida son solo espejismos y fantasías infantiles: prefiero no crecer. Pero como eso no puede ser, que me llamen loca. Yo voy a luchar para que llega un día en el que me sienta orgullosa de no haberme fallado a mí misma, por no seguir una corriente que solo arrastra a los que se dejan llevar; por seguir soñando como el primer día y poder seguir haciéndolo hasta el último...

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