martes, 12 de agosto de 2014

Fría como el hielo

Déjame pensar, aún no sé ni quién soy. ¿Acaso debería saberlo? ¿Cuál sería la respuesta correcta? Quizá no quiera saberlo, puede que así esté mejor. Será que últimamente me siento fría como el hielo, como si fuera incapaz de sentir nada por nadie, como si el fuego se hubiera apagado, y quizá, como si no quisiera que volviera a encenderse.

¿Dejaron de quemar ciertos abrazos? No, claro que no, últimamente queman hasta los que ni me han dado y puede que eso duela más de lo que quiero hacerme creer. ¿Me estaré negando que eso me mata? ¿Tanto me importa? No debería... Sé cómo va a acabar todo esto; los fuegos se apagan, claro que lo hacen y yo ya no soy una niña pequeña para estar viviendo de ilusiones tontas que acabarán matándome poco a poco.

¿Es que no siento el frío? Claro que lo hago, y quizá ese frío me quema más que los abrazos que no se dan. ¿Qué frío?, el mío, el hielo que rellena este saco de piel y huesos andante que es mi cuerpo. ¿Ya no fluye la sangre, el corazón ya no late? Solía hacerlo, y ahora... ahora me esfuerzo en no escucharlo.