jueves, 7 de febrero de 2013

Confesiones de aquel frío invierno (Parte 1)


Lo confieso. Aquel día te miré demasiado cuando tú andabas distraído. Temblé al sentir tu presencia y me puse lo suficientemente nerviosa como para no poder articular palabra. Noté como me buscabas entre la multitud, al igual que yo trataba de encontrarte. Y me debió valer verte un instante, pero no; ahora ya no.

Nos alejamos un poco y me miraste a los ojos; no dejabas de hacerlo. Y yo me empeñaba en apartar la mirada y enrojecer mientras se me escapaban sonrisas vergonzosas de entre los labios. Debí cogerte de la mano y salir corriendo a donde nadie pudiera vernos. Quizá te hubieras quedado en blanco o hubieras sabido perfectamente lo que estaba pasando. Y al llegar a un lugar apartado me habría acercado muy lentamente a ti y al toparme contigo, mi cuerpo habría empujado al tuyo hacia atrás. Entonces habría clavado mi mirada en tus ojos y habría bajado la vista hasta acabar mirando a tus labios. Y te habría plantado un beso o puede que al darte cuenta de mis intenciones hubieras decidido tomar la iniciativa y acercarte tú. Por soñar que no quede…

 El caso es que no pude pensar con claridad mientras volvía a mi aburrida monotonía en la que tú no estás y en la que tus abrazos son lo único capaz de salvarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario