jueves, 17 de enero de 2013

Esa maldita luz irresistible



En la oscuridad, pocas son las salidas posibles. Apenas las ves, cuando tienes los ojos vendados. Y te conviertes en un mosquito en plena noche, buscando una bombilla. Por suerte la mía es de bajo consumo y cuando me estrelle contra ella no arderé mientras caigo al vacío. De todas formas, el cabezazo contra el vidrio me dejará inconsciente y saborearé esa amarga dulzura de no pensar durante un instante. Entonces caeré y no podré mover mis alas para salvarme. Y todo por no saber ver que esa luz era artificial; por no darme cuenta de que su brillo era demasiado bonito para ser real. Supongo que cuando una está perdida se aferra a un clavo ardiendo, aunque este clavo acabe atravesando su piel y dejando una herida quemada sin posibilidad de que el agujero que cause, se cierre del todo… y así, con un cuerpo parecido a un colador; lleno de remiendos y cicatrices, empieza una nueva etapa: la recuperación. De nuevo toca coser esta muñeca rota que no aprendió todavía a ver el peligro que conlleva su ingenuidad…

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