En la oscuridad, pocas son
las salidas posibles. Apenas las ves, cuando tienes los ojos vendados. Y te
conviertes en un mosquito en plena noche, buscando una bombilla. Por suerte la
mía es de bajo consumo y cuando me estrelle contra ella no arderé mientras
caigo al vacío. De todas formas, el cabezazo contra el vidrio me dejará
inconsciente y saborearé esa amarga dulzura de no pensar durante un instante. Entonces caeré y no podré mover mis alas para
salvarme. Y todo por no saber ver que esa luz era artificial; por no darme
cuenta de que su brillo era demasiado bonito para ser real. Supongo que cuando
una está perdida se aferra a un clavo ardiendo, aunque este clavo acabe
atravesando su piel y dejando una herida quemada sin posibilidad de que el
agujero que cause, se cierre del todo… y así, con un cuerpo parecido a un
colador; lleno de remiendos y cicatrices, empieza una nueva etapa: la
recuperación. De nuevo toca coser esta muñeca rota que no aprendió todavía a
ver el peligro que conlleva su ingenuidad…
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