lunes, 3 de diciembre de 2012

Resistencia fría

Camino sin un rumbo fijo por las grises calles de la ciudad. Mis piernas se mueven solas, lento... pronto empiezo a tiritar; me apodero de mis pasos y ando más deprisa para tratar de entrar en calor. Cuando llega el frío a la ciudad, todo parece caer en las garras de la rutina, que poco a poco va devorando a los que no se resisten a aceptar que todos los días van a ser cada vez más iguales. Huyo de ella, me da pánico que se haga un canuto conmigo, le prenda fuego a un extremo y me pose en sus labios como si fuera un cigarrillo. Probablemente, se sentaría en su enorme sillón de jefazo y daría grandes caladas mientras terminaría de escribir un informe sobre lo fácil que le resultó atraparme. Pero, señora rutina, siento decirle que voy a seguir avanzando mientras la dejo tan atrás que hasta me pierda la pista. Que aunque haya veces que los días se me hagan eternos y no vea claro el momento de soñar y sonreír, y usted casi me tengo en su poder; invocaré a mi musa para que me reviva. No pienso convertirme en una pequeña sombra más para esta ciudad repleta de cementerios de sueños, donde las alas no se valoran y son arrancadas de cuajo, dejando un hueco que no se puede llenar... Si una se fija bien, hasta puede apreciar rastros rojos, casi oxidados, provenientes de espaldas solitarias que lloran por la pérdida  y vendas mojadas por las lágrimas en los ojos de tantos... No quiero convertirme en un alma en pena que deambule por la ciudad en busca de unas plumas desgarradas y ensangrentadas. Voy a seguir volando aunque el frío aumente con la altura y me cale los huesos, que más dolor sentiría si dejara de ser yo...

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