domingo, 2 de diciembre de 2012

Jaulas de cemento

Este es otro de esos domingos grises y solitarios. Trato de buscar inspiración suficiente para escribir algo que me convenza, aunque eso es algo difícil. Miro por la ventana de la habitación de rato en rato y veo como ese azul cielo se va convirtiendo poquito a poco en un negro azabache. Me levanto y me estiro mientras se me escapa un bostezo a causa del cansancio. Doy una pequeña vuelta por la casa como tratando de buscar, de encontrar algún tesoro escondido en la oscuridad. Pero a mis padres les deben gustar más los espejos, así que solo encuentro una y otra vez mi pequeña y demacrada figura... Me siento como un pájaro solitario en una jaula gigante hecha de grandes edificios y gases que asfixiarían a cualquiera que pasara un largo tiempo respirando esa basura. Y debe ser así como ocurre; poco a poco perdemos la fuerza que tenemos al respirar ese veneno y al no poder ver el cielo tras esa enorme jaula. Y por si eso fuera poco, hay más pajaritos dentro, algunos son pequeñas golondrinas, pero otros son buitres que están esperando a que te dañes un ala para devorarte poco a poco, o del tirón... eso ya es su elección. Y ese no es el único peligro que hay: la mano que nos alimenta; los de arriba: esos son los peores. Se creen que somos tontos y que nos pueden controlar. No saben que además de borregos existen los librepensadores y que aunque ellos sean los "dueños" de estas jaulas nosotros podemos encontrar la manera de salir de ellas, de volar, de ser verdaderamente libres. Eso me hace feliz, y subo alto, tan alto que puedo mirar desde arriba a las nubes, pero... lo cierto es, que si sales de una jaula es para entrar en otra...

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