Deambulo
solitaria; vestida de negro. De rojo y negro. Mi piel ya está perdiendo el tono
color carne que obtuvo durante el verano y vuelve a ese tono blanquecino;
parezco un fantasma. Un fantasma con un abrigo y un gorro de lana. Pero eso no
es lo que me preocupa. Lo que realmente me quita el sueño por las noches es que
temo que lo que duerme en mi interior no sea un fantasma, sino un monstruo… Noto
sus gritos desesperados, sus ansias de salir al exterior; como me desgarra
desde dentro para conseguir su propósito. Trato de ocultarlo con miradas que se
van al suelo y con palabras ahogadas en grandes sorbos de té. Cada vez me
cuesta más retenerlo, ya casi no puedo
ni respirar; me cuesta demasiado… en el fondo sé que ese monstruo no es un
parásito que se ha instalado en mi interior, sino yo misma. Es mi dolor, mi
miedo, mi desconfianza, la tristeza que se esconde detrás de mis pupilas. Yo
soy ese monstruo. Soy las garras de la desesperación y los gritos ahogados en
el silencio de una noche fría y eterna en la que no se ve ni se verá nada… Y sé
de sobra que me acabaré convirtiendo en ese pequeño monstruo que se arrastrará
por las calles destrozándolo todo a su paso, hasta que se atreva a desgarrar su
piel hasta arrancársela. Seré yo la que destroce su piel para salir a la
superficie. Y entonces, caminaré desnuda por la ciudad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario