viernes, 7 de diciembre de 2012

Desgarro lento


Deambulo solitaria; vestida de negro. De rojo y negro. Mi piel ya está perdiendo el tono color carne que obtuvo durante el verano y vuelve a ese tono blanquecino; parezco un fantasma. Un fantasma con un abrigo y un gorro de lana. Pero eso no es lo que me preocupa. Lo que realmente me quita el sueño por las noches es que temo que lo que duerme en mi interior no sea un fantasma, sino un monstruo… Noto sus gritos desesperados, sus ansias de salir al exterior; como me desgarra desde dentro para conseguir su propósito. Trato de ocultarlo con miradas que se van al suelo y con palabras ahogadas en grandes sorbos de té. Cada vez me cuesta más retenerlo, ya casi  no puedo ni respirar; me cuesta demasiado… en el fondo sé que ese monstruo no es un parásito que se ha instalado en mi interior, sino yo misma. Es mi dolor, mi miedo, mi desconfianza, la tristeza que se esconde detrás de mis pupilas. Yo soy ese monstruo. Soy las garras de la desesperación y los gritos ahogados en el silencio de una noche fría y eterna en la que no se ve ni se verá nada… Y sé de sobra que me acabaré convirtiendo en ese pequeño monstruo que se arrastrará por las calles destrozándolo todo a su paso, hasta que se atreva a desgarrar su piel hasta arrancársela. Seré yo la que destroce su piel para salir a la superficie. Y entonces, caminaré desnuda por la ciudad…

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