sábado, 20 de julio de 2013

Mil y una grulla...

¿Sabes?, yo siempre tuve un sueño. Desde que era muy muy pequeña me encantaba dibujar y lo hacía todo el tiempo. Mis padres, al ver que de verdad me apasionaba, decidieron apuntarme a clases de pintura con ocho añitos, y así aprendí a pintar al óleo. Era complicado, al principio no se me daba demasiado bien; a mis pequeñas manos les costaba demasiado sujetar el pincel y el olor a aguarrás era muy fuerte para mí. Pero nada de eso importaba, luché por ser capaz de hacer un cuadro yo solita y acabé lográndolo. Ese día me sentí genial; estaba emocionada, y sin apenas darme cuenta mis manos ya habían crecido y el olor a aguarrás me parecía uno de los olores más especiales en mi vida. Mi mundo era de colores, de los más bonitos que puedas imaginar, de colores incluso que no se habían inventado. Y era así porque tenía un sueño por el que luchar. Es el amor de mi vida, sí, el amor que le tengo es el más grande porque sé que mi sueño me acompañará allí donde vaya y nunca me abandonará. Él me da fuerzas cuando siento que no puedo más, por él intento superarme día a día; es increíble. Yo sé que eso de ser artista es muy complicado, pero es mi sueño y pienso luchar aunque parezca todo perdido, él me ha dado tanto que lo mínimo que puedo hacer es esforzarme porque se vuelva mi realidad. Nunca dejaría que muriera, porque él me ha dado la vida. El arte es mi vida.

Pequeña, y si te digo todo esto es porque tú también tendrás un sueño tarde o temprano. Será fantástico, ya verás. Puede que a veces, sientas que nada te sale bien, pero no debes dejar nunca de intentarlo. Esfuérzate siempre y sonríe mientras luchas por cumplirlo. Pero para eso aún falta un poco pequeña, lo que pasa es que te vi el otro día y me quedé sin habla. Allí estabas, dormidita, soñando con mundos increíbles; debían serlo porque sonreías. Ay, me emocionó bastante verte después de tanto tiempo esperándote.

Recordé aquellas grullas que tus padres me enseñaron a hacer; tengo algunas colgadas por mi cuarto; preparadas para volar. Es fácil, ya verás, da un poco de vértigo al principio pero es genial. Nunca dejes de volar por el miedo a la caída, caerse no es tan malo. De cada caída se aprende, lo malo es no levantarse y volver a alzar el vuelo. Vivir pegadita al suelo siempre y con miedo, no es vida. Además, los sueños están muy muy alto, te va a tocar volar hasta el tuyo para cumplirlo. Te deseo con todo mi corazón que lo cumplas y que seas muy feliz en esta vida que acabas de comenzar, la tuya.

Principita, viaja por todos los planetas que sean necesarios; y vuela. Haz lo que sientas y recuerda que da igual cuantas veces intentes cumplir tu sueño; de cada mil grullas, una será la que cumplirá tu deseo.


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