lunes, 4 de marzo de 2013

La locura tiene alas


Camino bajo esa cortina infinita disfrutando cada paso como una explosión de sensaciones, descubriendo los diferentes mundos a los que mi mente es capaz de viajar con cada gota que cae sobre mí. Llegan entonces los escalofríos por la espalda; es el momento. Estoy lista. Las alas están limpias de nuevo y la ropa empieza a sobrar una vez más.

Necesito tocar las nubes con la punta de los dedos, incluso tumbarme en ellas y sentir como la brisa me acaricia. Sé el peligro que conlleva el volar demasiado alto. No me queda ninguna duda sobre que las caídas hacen daño y tampoco me es nuevo que con algunas te haces tanto daño que las alas se quedan destrozadas. Hay caídas que matan. Pero no me apetece pensar en el dolor. Hoy no. Voy a disfrutar del placer de despeinarme mientras bailo con las pequeñas gotas de agua que bañan cada centímetro de mi piel. Quiero caminar descalza por la ciudad mientras salto en cada charco para empaparme un poco más. Quiero tumbarme sobre el asfalto y notar en la espalda desnuda el frío mientras miro como las enormes nubes grises descargan su llanto sobre mí.

Que me llamen loca si quieren; pero yo juego con los días de lluvia y nos enamoramos como dos críos que acaban dándose un beso en los labios. Torpe, sí, pero el más dulce de todos…


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