lunes, 3 de febrero de 2014

Pequeña

Aquí estoy otra noche más, preguntándome qué cojones pasará mañana; aunque lo cierto es que prefiero sorprenderme con algo nuevo. Algo nuevo... sí, pero puedo hacerme una idea de lo que pasará, la rutina me quiere devorar y siento que el mordisco que me dio me ha dejado demasiado mal. Infectada con ese mal, me vuelvo gris por momentos.

Recuerdo sus abrazos y los escalofríos por la espalda cada vez que decía mi nombre. Se reiría si me viera ahora; he cambiado, he crecido, y eso iba a pasar tarde o temprano. No creo que me hubiera imaginado con los labios rojos y los tacones altos... me miraría y me regalaría una de sus sonrisas que me hacen perder la poca cordura que aún me queda.

Quizá, ahora tenga el valor de acercarme lentamente y susurrarle al oído que sus labios me queman con solo mirarlos. Puede que le besara lentamente, disfrutando cada segundo, cada movimiento. Pero eso solo son ilusiones, supongo que sigo viviendo de ellas, o muriendo, ya no sé.

No quiero caer en los tópicos de siempre, aunque realmente es cierto que es fuego, ¿cómo sino iba a explicar que me calentara de esta manera?

La noche sigue avanzando y las canciones me roban algunas sonrisas amargas, no pensé que me sintiera tan rota. Es extraño, siento que puedo, que soy fuerte, que no me voy a hundir; me lo repito mil veces, pero hay momentos en los que no puedo más con el peso que cargo en mi espalda y mi columna parece romperse en mil pedazos. Me quedo tirada en el suelo hasta que recuerdo que no puedo perder el tiempo pensando en problemas a los que tarde o temprano les buscaré una solución, o me endureceré y me importarán una mierda. Y a mi mente vienen los textos de griego, la Primera Guerra Mundial y ese malestar por no haber podido entrar a Artes (aunque supongo que eso no me preocupa tanto; la carrera será de artes y ya está).

Me entretengo cogiendo la palestina y doblándola para ponérmela mañana y trato de recordar dónde puse las convers falsas destrozadas, meto los libros en las mochila (no sé cómo lo hago, pero siempre se me olvida alguno) y miro el móvil para ver si hay alguna novedad. Todo parece tan tranquilo, y sin embargo yo me siento tan rara. Demasiadas cosas de las que quiero hablar y no encuentro ni a la persona ni el momento. Me he vuelto desconfiada, y también solía ser más dulce o con más personas; de los golpes se aprende.

Miro la hora, es tarde, pero tampoco me importa demasiado; aunque quisiera no podría dormir. Y entonces, él vuelve a mi cabeza. Intento no quedarme estancada en recuerdos que ya no volverán, pero hacer castillos en el aire no es mejor. Me tumbo boca abajo en mi cama tratando de dejar la mente en blanco; siento como mi pulso se dispara. No puedo (o no quiero) controlar cuando aparece en mi mente; su imagen es tan dulce para mí o mejor dicho: tan agridulce. Me doy la vuelta y miro hacia el techo. Recuerdo a aquella pequeña a la que sonrió y la cual le devolvió una sonrisa sin imaginar que algún día desearía morder sus labios.



Y sonrío, joder, como me gustaría abrazarle y contarle mil cosas. Como me encantaría besarle.

2 comentarios:

  1. Qué texto tan bonito para una chica tan bonita. Me siento muy identificada. A veces volver al pasado es repasar el contorno de tu historia, vivirla más nítidamente para que no se emborrone con el paso del tiempo. No temas, disfruta cuando los recuerdos lleguen y suelten sus maletas. Ya vendrán otros que ocupen su lugar, ya vendrá alguien que te haga sentir igual de especial que él. Si lo ves, demuéstrale lo que perdió... El precioso ave fénix en que te has convertido. (A veces no sé si te estoy escribiendo a ti o a mí). Un besazo guapa! N.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, cielo. Lo cierto es que cada vez noto más eso que dices del ave fénix; puedo sentir como ardo en el vuelo y sí, después revivo. Lo cierto es que estas cosas duelen, pero el tiempo pasó y las cosas cambian, al igual que las personas. Un besazo muy grande :)

      Eliminar