martes, 26 de febrero de 2013

Mil y una vueltas


Me despierto en medio de la noche. Camino sin una dirección y un sentido aparentes. Simplemente, necesito avanzar. Me da por pensar en ti. Quizá ya estés dormido o puede que no… no me quiero martirizar demasiado sobre lo que haces o dejas de hacer por las noches. Está claro que la que debería estar durmiendo soy yo. Pero aún así, no puedo. Doy mil vueltas en la cama. Acabo mirando al techo y dando un gran suspiro: me destapo. Hace frío en esas madrugadas solitarias; más que de costumbre. Pero me siento en el suelo y me encojo. Apoyo la cabeza en las rodillas y cierro los ojos mientras me pierdo en mis pensamientos…

Las sombras se asoman por las puertas y ventanas, por las escaleras o por cualquier rendija. Me observan en silencio. Decido no romper ese fino hilo hecho de ausencia de sonido y me quedo inmóvil, sin hacer ningún ruido durante un rato. Pero empiezo a notar demasiado el frío; sobre todo en mis pies descalzos y decido volver a la cama. Allí vuelvo a dar mil y una vueltas.

El sueño no llega, y si llega, es para soñar despierta. De todas formas, esta situación no me sorprende. Y la inspiración suele llegar cuando el sueño no lo hace…

lunes, 25 de febrero de 2013

El grito mudo


Empieza de nuevo ese maldito período de tiempo; esa espera desesperante. No puedo aguantarlo más. No me concentro en nada, ni siquiera cuando pienso en él. Porque sí, me inspira, pero joder, me está volviendo loca. No sé qué pensar, qué creer, qué hacer y mucho menos qué decir. Se me está haciendo cuesta arriba esta situación.

Decidí quedarme en lo fácil, en lo más sencillo del mundo. En esperar inmóvil desde mi alto asiento hecho de nubes densísimas. Mirando desde allí arriba cada batir de sus alas y esperando que me regale una mirada. Da igual, solo quiero que me mire, que me llame, que necesite que salte al vacío con él. Que no nos importe una mierda lo que piense el mundo.

Sigo sin mover ficha en este juego que ya se me está haciendo demasiado pesado. Los dados están en blanco para mí y no consigo avanzar; tampoco vuelvo atrás… eso me consuela un poco.

Y me sigo empeñando en “ponerme guapa” cada vez que voy a tu encuentro. Como si eso fuera fácil… De todas formas mi imagen me importa poco hasta que apareces. Y eso tampoco lo entiendo. Me preparo a conciencia; que si un poco de base, ahora me pongo tal y cual cosa. Como si eso fuera muy importante.

El caso es que si apenas me reconozco en esa maraña de dudas acerca de si me quedaría mejor el pelo suelto o recogido, falda o pantalón, tacones o unas bambas, en vez de preocuparme por otra clase de cosas como poder hablarte sin necesidad de enrojecer hasta el punto de no saber dónde meterme; ¿cómo es posible que pueda esperar que me vea tal y cómo soy?

Pero, supongo que todo eso lo hago para ocultar la inseguridad y el miedo. El terror a caerme. A morir de nuevo. Pongo una capa de “indiferencia y confianza” donde hay un pequeño ser asustado que ama con tal intensidad que acaba quedándose sin fuerzas y apenas puede sostener el propio peso de su cuerpo.

Por lo menos, aún puedo sostener el pincel en la mano…


domingo, 24 de febrero de 2013

Say my name!


Quizá alguna vez quisiste besarme tanto como yo a ti. Puede que en algún que otro abrazo dejara de serte indiferente. Me encanta pensar que, a lo mejor esas miradas dijeron más que cualquier palabra que pudieras pronunciar… y eso que me encanta cuando dices mi nombre.


domingo, 17 de febrero de 2013

Cuando soñar tiene un precio


Desde pequeños nos enseñan a soñar, hasta que llegamos a la "madurez" donde se nos está prohibido luchar por nuestros sueños. Poco queda ya de aquel chaval que quiso ser astronauta o de aquel otro que pensó que podría ser artista. Nada de buscar el amor; para eso no hay tiempo. Pero no lo hay para nada. Desde que éramos unos críos vivimos leyendo cuentos e imaginando mundos fantásticos que llegados a una edad debemos olvidar. Se nos exige centrarnos en "no perder el tiempo" y en "ser útiles". Si de verdad todo lo que soñamos, todo lo que queremos de la vida son solo espejismos y fantasías infantiles: prefiero no crecer. Pero como eso no puede ser, que me llamen loca. Yo voy a luchar para que llega un día en el que me sienta orgullosa de no haberme fallado a mí misma, por no seguir una corriente que solo arrastra a los que se dejan llevar; por seguir soñando como el primer día y poder seguir haciéndolo hasta el último...

martes, 12 de febrero de 2013

"La vie en rose" solo ese día...


Otro año más llega el 14 de Febrero. Para los más despistados: San Valentín. Sí, esa pequeña “festividad del amor” inventada para ganar más y más dinero; pero, como todo.

Ya se ven esas caras de ilusión expectantes ante los regalos que están por venir por parte de sus respectivas parejas. Que si un ramo de flores, una caja de bombones, un osito de peluche, un perfume, un libro… Reconozco que la idea del libro no está nada mal, ni la de regalar chocolate; pero seamos sinceros: ¿es necesario esperar a que llegue esta fecha para acordarnos de esa persona tan especial que está a nuestro lado o que quizá queremos que lo esté pero no es así? Para eso tenemos todo el año. En vez de regalar un ramo de rosas, regalemos besos de verdad a diario y gestos de cariño; nada de ir rápido a todos lados  y de no tener tiempo para nada. Rectifico pues mi modesta recomendación: regalemos nuestro tiempo. Entreguémonos en cuerpo y alma, aunque solo sea un rato a la otra persona. Decirle que la queremos como a nadie  es lo más bonito que podemos hacer; aunque de vez en cuando un regalo tampoco está nada mal, a todos nos hace ilusión.

En definitiva, que reconozco que es muy bonito tener a alguien que se acuerde de nosotros o de encontrarte con que alguien está enamorado de ti en una fecha en concreto, pero si sucediera en cualquier día inesperado conseguiría salvarnos de los días grises que parecen todos iguales. Pero en fin, yo no soy una chica a la que le guste la rutina; supongo que habrá a quien le encante o no sepa desenvolverse sin ella.

Y quizá pienso así porque no tengo quien me regale ni a quien regalar. O puede que realmente, pase de todo esto.

sábado, 9 de febrero de 2013

Agridulce


Esa noche sobraron los motivos. Aún así no pude hacer otra que escucharte en silencio y tratar de robarte alguna que otra mirada. Me senté en el suelo helado y mi sonrisa se deshizo tan rápido que ni siquiera pude darme cuenta. Callé por tanto tiempo que los labios se me acabaron secando. Y tú seguías ahí, como siempre, con la mente en otro sitio. Quizá por eso te observaba en silencio. Para que pudieras seguir soñando despierto. A mí también me hizo falta mandar mi mente muy lejos de aquel lugar.

La noche avanzaba a un ritmo acelerado. Los relojes me clavaban sus agujas en el pecho. El tiempo estaba decidido a hacerme perder la razón, pero tú ya habías conseguido quitarle esa opción. Y qué más da; después de todo si tienes en tus manos mi mente probablemente la convenzas de salir corriendo para no volver a verte nunca. Y eso es lo único que me duele. Lo demás ya no me importa. 

Reconozco que me sentí única y una más al mismo tiempo. A lo mejor, no debí pensar tanto y actuar más. Podía haberme sentado junto a ti y haber empezado una conversación. Pude salir corriendo bajo la lluvia que mojaba el exterior desde hacía un rato. Y sin embargo, decidí quedarme para que lloviera también dentro de aquel lugar y volverlo agridulce...

De nuevo volví a ser esa criatura pequeña y estúpida la cual, sin saber muy bien por qué, tiembla y a la que se le olvida hablar. Necesitaba decir tanto y se quedó en tan poco. Sé que eso ya viene siendo costumbre en mis encuentros contigo. Y tú me soportas; eso es lo único que me hace quedarme. Aunque quizá debiera salir corriendo para no volver y dejar de molestarte de una puñetera vez. Pero algo de cariño debes tenerme o por lo menos eso me gusta pensar.

Y cuando me tocó volver a casa me dediqué a buscar las estrellas que se escondían tras las nubes que hacían que aquella noche fuera aún más oscura. Pero aún así la seguiré recordando con cariño. Supongo que no debería pararme a pensar en lo que pudo ser y no fue… y no será. Me gravé esas palabras en la piel hace ya un tiempo. Pero no termino de asimilarlo y quizá ese es mi único y verdadero problema…

Las guerreras de rosa


Ayer tuve el inmenso placer de conocer a unas mujeres increíbles que me enseñaron a ver la vida desde un punto de vista distinto. Este es mi pequeño homenaje para esas guerreras de rosa. 

Llegué con mi tía al teatro donde iba a tener lugar la gala benéfica en la que ella iba a participar. Me pidió el favor de hacerles unas cuantas fotografías a ella y a sus compañeras. Aunque el espectáculo no comenzaba hasta las nueve de la noche, decidí acompañarlas desde las cuatro de la tarde en esa experiencia tan nueva para ellas como para mí. Quería conocerlas; sabía que serían increíbles. 

Entramos al teatro por una de las entradas laterales que daba al escenario y los camerinos en los que se iba desarrollar el acto. Mi tía estaba muy ilusionada y eso me hacía sentir bien; lo cierto es que si ella estaba feliz yo también. Cruzamos el escenario que estaba lleno de técnicos y demás y entramos en el camerino en el que se encontraban las demás mujeres con las que iba  desfilar y a las que yo ya estaba impaciente por conocer.

Se las veía bastante nerviosas, pero al igual que mi tía, con una enorme sonrisa y una ilusión tremenda. Entré medio cortada con la cámara en las manos. Y en cuanto terminaron las presentaciones, me convertí en una más. Me sentía tan bien allí con ellas. Todo era de todas y además, no paraban las bromas y los chistes. Aunque también hubo momentos en los que el ambiente se entristecía un poco. Cuando empezaban a contar su experiencia y el dolor que sintieron. Sus ojos se apagaban un poco cuando recordaban esos malos momentos, pero volvían a brillar en cuanto sus sonrisas aparecían. Sentía que nada ni nadie podría con ellas.

Esa noche, cuando todo estaba listo y después de varios ensayos, ya sabían perfectamente lo que tenían que hacer así que, al desfilar ante la gente, se sintieron preciosas, aunque ya lo eran sin arreglar. Y yo, me sentí inmensamente orgullosa de verlas en el escenario sonriendo de la forma que lo hacían. Tuve la oportunidad de conocerlas y de conocer sus historias. De comprender sus sentimientos y de llegar a sentir su miedo, pero también la valentía que tuvieron al enfrentarse a ese gran problema que todas sufrieron hace ya un tiempo o hace poco...

Ellas han padecido cáncer de mama. Y sí, han sobrevivido y son más fuertes que nunca. Sus sonrisas son verdaderas y capaces de hacer sonreír a cualquiera que se tope con ellas. Son unas supervivientes de la vida; de la enfermedad que les llegó sin avisar. Viven cada día con intensidad y saben que la vida es el mejor regalo que existe. Ellas son las guerreras de rosa y no está en sus planes rendirse.


jueves, 7 de febrero de 2013

Confesiones de aquel frío invierno (Parte 1)


Lo confieso. Aquel día te miré demasiado cuando tú andabas distraído. Temblé al sentir tu presencia y me puse lo suficientemente nerviosa como para no poder articular palabra. Noté como me buscabas entre la multitud, al igual que yo trataba de encontrarte. Y me debió valer verte un instante, pero no; ahora ya no.

Nos alejamos un poco y me miraste a los ojos; no dejabas de hacerlo. Y yo me empeñaba en apartar la mirada y enrojecer mientras se me escapaban sonrisas vergonzosas de entre los labios. Debí cogerte de la mano y salir corriendo a donde nadie pudiera vernos. Quizá te hubieras quedado en blanco o hubieras sabido perfectamente lo que estaba pasando. Y al llegar a un lugar apartado me habría acercado muy lentamente a ti y al toparme contigo, mi cuerpo habría empujado al tuyo hacia atrás. Entonces habría clavado mi mirada en tus ojos y habría bajado la vista hasta acabar mirando a tus labios. Y te habría plantado un beso o puede que al darte cuenta de mis intenciones hubieras decidido tomar la iniciativa y acercarte tú. Por soñar que no quede…

 El caso es que no pude pensar con claridad mientras volvía a mi aburrida monotonía en la que tú no estás y en la que tus abrazos son lo único capaz de salvarme.

sábado, 2 de febrero de 2013

Con los pies en la tierra


Simplemente salí corriendo. Me ahogaba y sabía que fuera soplaba con fuerza el viento. Era inevitable que tarde o temprano, necesitara una o varias caladas de ese aire tan puro que se respira fuera de las ciudades. Sentir la naturaleza tampoco me venía nada mal.

El cielo estaba cubierto por nubes que se movían demasiado rápido. El viento me empujaba. Oía como golpeaba contra todo lo que se ponía en su camino. Era un sonido ensordecedor y parecía peligroso quedarse por allí, pero cerré los ojos y respiré. Comencé a andar por un camino mojado y con cada paso notaba como me costaba dar el siguiente. Con los pies llenos de barro y los labios cortados por el frío, seguí avanzando.

Me venían a la cabeza letras de canciones que trataba de reproducir en forma de algo parecido a cantar; muy bajito, como un susurro triste. Recordaba lo lejos que estaba ahora de mi rutina de luces artificiales y eso me consolaba un poco.

Miré al cielo y me di cuenta de que los pájaros se habían escondido. Eran demasiado frágiles y ese viento les haría daño. Yo tampoco podía abrir las alas...





























viernes, 1 de febrero de 2013

Besos con superpoderes


Tú tuviste dudas. Empecé a darme cuenta de que no solo era yo la que contaba con la inseguridad como inquilina. No era la única en preguntarme mil cosas, en reflexionar una y otra vez sobre nosotros. Y sé que no debería decir “nosotros”. No ha habido nunca nada. Supongo que nos movieron otros intereses y que aunque el amor no triunfe siempre quedarán restos volando a nuestro alrededor.

Me gustaría pedirte que no me olvides. Yo no pienso dejar que tu recuerdo caiga en el olvido. Aunque me vaya, aunque pase el tiempo, aquí estaré. Puede que no esté esperando y hasta puede que el fuego se haya apagado; por favor, si eso pasara, enciende las cenizas. Mírame y entonces dime lo que sientes. Tú ya sabes de sobra lo que me sucede al contacto con tu piel. Y siento tener que dar esa imagen de indiferencia, de tonta; que ni siquiera puedo articular palabra y si logro hacerlo me quedo con esas sensación de pensar que te podría estar hablando horas y horas y no soy capaz ni de decirte un uno por ciento de lo que pienso. Y aunque me alegre de verte, siempre me queda esa impotencia de pensar que no puedo. Me acabo martirizando sobre si soy una niñata que no sabe lo que quiere, pero eso no es cierto; te lo puedo asegurar. Te quiero a ti.

 Es entonces cuando llegan las noches grises y frías en las que la tristeza se convierte en el estado de ánimo habitual. Pongo algo de música y trato de arrancar unos versos al dolor. Y no sé cómo, me salvas. Consigues rescatarme de ese círculo vicioso en el que solo me hundo y me hundo cada vez más. Tiras de mí con fuerza y me sacas de ese pozo sin fondo al que caí sin remedio. Eres ese superhéroe del que se habla en los comics y en las películas. El que cuida, el que protege, el que con un solo abrazo es capaz provocarme una sonrisa que dura semanas.

Con todo esto no trato de decir que mis dudas hayan desaparecido; al contrario. Quiero esperar, sentir, descubrir; quiero mil cosas. Pero empiezo a darme cuenta de que tú vas a estar presente en mi mente en cada paso que dé. En cada palabra que escriba. En ese dolor en los labios que me provoca el no poder besarte. Pero supongo que aún debo aprender y vivir bastantes cosas antes de plantarme frente a ti y poder decirte que ya no soy esa niña pequeña, que crecí y que pienso darte un beso con superpoderes; de esos que son como tus abrazos, capaces de crear sonrisas verdaderas y de hacernos volar.